lunes, 3 de septiembre de 2007

LA VERDAD DEL TERREMOTO EN PISCO

EL ESTADO AUSENTE


Más allá de la controversia sobre la verdadera intensidad del terremoto ocurrido en Pisco lo que se hoy se puede constatar al caminar por la ciudad es la magnitud del abandono y la indolencia del estado ausente durante y después de la tragedia.

¿Quiénes son aquellos que se quejan de la realidad sino aquellos que sufren de ella? Ergo, los pisqueños tiene grandes motivos para quejarse a 25 días del terremoto que destruyo la ciudad.
Presento algunas de sus quejas infundadas.

1. Después que el terremoto convirtiera la ciudad en un escenario de tragedia y dolor, los ciudadanos pisqueños, abandonados a su suerte, tuvieron que hacer frente a las consecuencias del desastre que les había tocado vivir. Durante las siguientes 12 horas y en medio de la más absoluta oscuridad, debieron: sobreponerse al terror, poner a salvo a sus familias, auxiliar desesperadamente a sus víctimas heridas bajo el derrumbes de casas y edificios y rescatar a sus muertos con esa sensación de impotencia que trae el infortunio.

Si Pisco tiene un Aeropuerto Internacional, y tiene Comandancia de la Policía y tiene Fiscalía y tiene Base Área (grupo 51) y tiene Zona Militar (El Polvorín) y tiene Capitanía de Puerto y tiene cierta importancia económica, industrial y turística, y está tan cerca de Lima (a 3 horas en auto) y tiene servicios de telefonía (Telefónica y Claro) y es “Puerta de la Libertad y Cuna de la Bandera” y lleva el nombre de la bebida emblemática del Perú quizás te preguntarás, si no es absurdo preguntar ahora y no incómoda a alguien: ¿Por qué carajo se demoraron tanto en ubicarnos en el mapa?
Hubo, sin embargo, algo que paradójicamente no tuvimos -aún hoy-, y es una morgue donde albergar a tantos muertos y no quedó más remedio que depositarlos en la Plaza de Armas. ¿Qué mala suerte?

2. Según el Estado, tan mala suerte tuvimos los pisqueños aquel día que la responsabilidad de no recibir ayuda oportuna sólo tiene dos culpables: la naturaleza y Dios. Contra la primera no te puedes quejar y con el segundo sería una pecado grave. !Cuartada perfecta!
- Que el sistema de telefonía haya colapsado después del sismo y Telefónica no invirtiera (hoy se descubre después de la Auditoría post fatum hecha por el MTC) en garantizar un buen servicio es culpa de nuestra mala suerte. Sobre todo para aquellos que murieron bajo los escombros de la iglesia y el Hotel Embassy, empuñando sus celulares cuando intentaban desesperadamente pedir auxilio.
- Que las Fuerzas Armadas no tuvieran los suficientes recursos para proveerse de los servicios de telefonía satelital y no reaccionaran oportunamente a un desastre de esta magnitud fue culpa de nuestra mala suerte. Es una infamia pedirles explicaciones al señor Wagner (Ministro de Defensa) y a el Señor Donayre ( Comandante General del Ejercito) a quienes, al día siguiente, se les vio posando muy sonrientes y bromeando para la foto con sus subalternos, mientras al costado los bomberos cumplían la penosa tarea de rescatar muertos. ¿Y al Señor García Pérez? De ninguna manera. Sería una crueldad.

Con esta clase de lideres militares ahora se entiende por qué enterábamos tarde de la invasión ecuatoriana en el Amazonas, y después de tantos años de la usurpación del mar de Grau por los chilenos. ¡Pobrecitos! Ellos no tienen la culpa de su incompetencia política. En realidad son nuestros Julios Césares criollos. Salvo que ellos proclaman: “Vine, vi, y me fui”. En mérito a tan eficiente desempeño en la hora de emergencia es que el Gobierno ha decidido aumentar el presupuesto de Defensa en 6 mil millones de soles para el 2008. ¡Provecho!
- Que Indeci (Instituto de Defensa Civil), creada hace 38 años a consecuencia del terremoto en Huaraz, cumpla meramente una función normativa y no cuente con capacidad logística y organizativa para enfrentar los efectos de los desastres naturales es culpa de nuestra mala suerte porque como advierte el eslogan “Defensa Civil somos todos”. Curiosa manera que tienen los políticos y autoridades socializando la responsabilidad que sólo les compete a ellos. Como dice Saramago, estos señores cada vez que hay una tragedia tiene una tropismo bien aprendido: pedirles calma, serenidad, paciencia a la víctimas mientras el Estado se demora improvisando lo que va hacer.

3. Ahora Pisco es un periódico de ayer para la prensa corporativa limeña. Entramos en lo que se llama la “espiral del silencio”. Es decir, una noticia importante es sustituida por otra de mayor interés para un público domesticado en el gusto a la futilidad. Los problemas sociales de este pequeño pueblo devastado por el terremoto interesan menos en comparación de la próxima boda de “Brat Pizza”. Pisco y su escombros; y los problemas de salud de sus pobladores; y la falta de liderazgo de su autoridad local; y la psicosis constante de los rumores de maremoto; y los dramas humanos que sufren los más damnificados; y la incertidumbre de no saber qué hacer mientras la demolición ha convertido la ciudad en un terreno baldío.

A veces se le levanta uno de la cama, experimentado el fenómeno del amputado al sentir que su miembro sigue ahí: con la presencia de la imagen de una ciudad que ya no verá más.